El cultivo del tomate tira de la agricultura de invernadero en la vega de Toro

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Los productores locales venden el fruto a una media de 0,65 céntimos el kilo

Lechuga de invierno. / B. C

 

Sin embargo, con el paso de los años la cantidad de tierra dedicada a este cultivo descendió hasta las cinco hectáreas que actualmente ocupan. Una cifra que, a juicio de Bernardo Caballero –agricultor y expresidente de la junta Agropecuaria local–, tiene un peso “testimonial” sobre la producción agrícola de Toro. Los cultivadores de la vega de Toro inciden en que esta pérdida de interés por los invernaderos se debe a la “dificultad técnica“, la necesidad de “trabajo diario” y, sobre todo, la falta de “relevo generacional”. Asimismo, cabe destacar que los invernaderos de Toro cumplen el papel de fuente de ingresos accesoria, y no principal, para sus propietarios. Los cultivadores, en suma, obtienen la mayor parte de sus ingresos a través de las tierras de cultivo extensivo (ya sea regadío o secano).

Durante la década de los años 90, la agricultura de invernadero ubicada en la zona conocida como la vega de Toro vivió algo parecido a un bum. Por aquella época, el número de estructuras dedicadas al cultivo bajo plástico eclosionó hasta alcanzar las 12 hectáreas de invernáculos. Una cifra que los labradores de la zona califican de “cantidad importante” y que sirvió para encumbrar la fama de los productos hortícolas, como el caso del pimiento picante, que allí crecían.

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